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Canto a las Parras
Tienen las parras
escrita del mundo
la historia imperecedera
de sus alegrías y penas,
de la fe y esperanza
conque se enfrenta la vida.
Desde que el amor engalanara
de nuestros primeros padres
allá en el celestial paraíso,
las parras extienden su manto
glorificando el paisaje
de los desiertos y llanos,
poniendo todo su encanto
en los páramos y huertos,
donde bajo su enramada
de frescas aromas
se regocija la familia
en otoño, verano y primavera
y donde los abuelos siempre
gozan una dulce siesta.
¡Que belleza dan a los ojos
los parronales de mi tierra!
Enraizadas por milenios
son tan viejas como rocas
y tan nuevas como un niño,
por más que luzcan gastadas
al cielo alzan sus hojas
cogiendo brisas y lluvias
soles, nieblas y estrellas
para darle savia a sus cepas
con lo que sustenta sus frutos,
las uvas que la abeja envidia
por sus colores y niveles
Sabor a verano tienen
y ternura de amanecidas
donde la aurora pone su agua
dándoles prestancia diamantino
de negro, de rosa y de blanco
hasta el punto de la vendimia.
Entonces se visten de gala
los surcos de los parronales
para dar paso a las manos
que irán cortando sus racirnos
con caricias cual tierna madre.
Es néctar de dioses el sumo
que exprimirán los lagares
al son de las lluvias que caen
sobre los tejados que guardan
en bodegas tradicionales,
los toneles donde los vinos arden
y dibujan el torrente embriagador
que le da sustancia a la sangre
para enfrentar la existencia
que precisa el corazón.
Las uvas entregan sus néctares
los vinos armonizan la vida
las parras renuevan sus cepas
y en sus estrías copian la historia
cual artista que nunca se cansa.
Por milenios alargan sus eras
cubriendo a la tierra toda.
Las parras huelen a vida
Y llenan el alma de cantares
por desiertos y quebradas
como si sus surcos fueran
vibrantes cuerdas de guitarras.
Por su fecunda existencia,
hoy yo me bebo el sumo
de la fragante chicha nueva.
-Salud, por mis parras brindo!.
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El Mejor Consorte
Alma de príncipe tiene el vino
como que es hijo de una reina,
su majestad "la parra" que ostenta
el cetro de ser de dioses preferida.
Se le conoce el temple al vino
al sellar un compromiso
y al erigirse en el mejor consorte
en la marcha del destino,
que cada cual se propone
para vivir sin tropezones la vida
junto a la media naranja,
sorbo a sorbo conquistada.
Así también lo aseguran con certeza
los sabios de la gastronomía:
Un buen vino de etiqueta- dicen
complementa el glamoroso sentido
en las exquisiteces de la elegante mesa.
Al beberlo con galanura
los guisantes saben a delicias
propias del paladar de reyes,
más aún si se toma en cuenta
el ritual ceremonioso de una cena,
porque el alimentarse en verdad,
con familia y amistades reunidas,
es regalo que nutre a la felicidad
de tener cuerpo y mente saludable.
Convincentes los abuelos recomiendan
amparados por la experiencia: el tinto,
para la cazuela de ave o vacuno,
al igual para la jugosa empanada.
En el asado parrillero, curanto sureño,
picantes, guatias y otros tantos,
sin dudas, el vino tinto se impone puro.
Distinto es en las lides de canchas y salones,
cuando el triunfo o la derrota, en rayuela
carreras y rodeos, la garganta sedienta pide
un arreglado, enguindado, pihuelo o borgoña
para hacerle el quite al mareo y estar claro
en las competencias del tejo y las atajadas,
y muy sobrio para llevar a la reina al anca
y pasearla orgulloso por la medialuna,
para rematar enseguida con una cueca,
de esas bien galana, o de pata'en quincha,
según como lo amerite el feliz evento
Es entonces cuando el tinto llega
cobijando en su lagar frutillas del huerto,
o duraznos si prefiere el paladar,
para regocijo del espíritu y cuerpo
en esos tradicionales encuentros
donde se cumple la muy valiosa consigna
que manda el beber con moderación
que es una excelente forma
de conservar el amor y la amistad,
y cuentas claras, en juegos y negocios,
porque sabiendo empinar el codo,
a nadie se le pasará el tejo.
imagine.
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Venga el Blanco
Otro panorama ofrece el blanco
bien tímido en copa de cristal
y corno que es el mejor consorte,
en salones, goletas y cruceros
hace gala a los productos de mar:
choros zapatos, almejas y langostas
congrios, reinetas y popular pescada,
en el fragante néctar de uvas blancas
todos se bañan por igual.
El blanco de todos los sellos,
si son de bodegas chilenas
queda como el mejor consorte
con su etiqueta de príncipe,
cuando un ceviche nortino
aderezado con fragantes limones
sean de Pica o la zona central
penetra por ojos y paladares
compitiendo con el más famoso manjar.
De la misma manera queda
junto al picante de humildes machas
en una merienda campestre,
como asimismo en real banquete
con albacoras, ostiones y jaibas
arrancados del generoso mar.
Así de buenos acompañantes
son los famosos vinos chilenos
championeros en todo el mundo,
por ser cuidadosamente elaborados
en lagares de fina estructura
por etnólogos que son de primera.
Bien cateados el blanco y tinto
son la mejor bebida para celebrar
toda ocasión con un ¡salud! sincero
que se quede en los recuerdos
para jamás olvidar. ¡Salud!.
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